Por Toni Roderic, Los Verdes de Melilla.
Los durísimos ataques personales que ha sufrido Juan Díaz Morano por querer ejercer un derecho democrático -el de presentarse libremente a un puesto de responsabilidad en su partido- ponen de manifiesto una vez más las bases sobre las que se sustenta el PP de Imbroda en Melilla.
Tiene toda la razón Morano cuando denuncia que “ha sufrido toda clase de insultos -y ahí están las redes para demostrarlo- y que eso contamina el proceso por la intimidación, el temor y el doblegar de voluntades”.
La terrible campaña ofensiva que ha recibido de “aquellos que temen perder una posición de privilegio”, gentes sin más oficio ni beneficio que su apego al poder de Imbroda, amanuenses mercenarios de baja estofa, y que prefieren ser “damas de compañía toda su vida a reinas por un día”, ponen de manifiesto lo que entienden estos personajes por democracia y por participación política. No deja de ser la continuidad de la vieja política, la de los privilegios, la de las componendas, la de la corrupción y la de los negocios especuladores. La de siempre. La que no deja que Melilla tenga el desarrollo que se merece porque sería cambiar el “status quo” de una ciudad que es lo que a ellos no les interesa en absoluto.
Y no estamos hablando de derechas ni de izquierdas, porque estos personajes no tienen ideología alguna que no sea defender con uñas y dientes sus privilegios, sino de un régimen corrupto de sumisión al líder que les da sus buenos dividendos.
Viendo este ejemplo, me vienen a la memoria las palabras de Aldous Huxley que en “Un mundo feliz” escribía: “Una dictadura perfecta tendría la apariencia de una democracia, pero sería básicamente una prisión sin muros en la que los presos ni siquiera soñarían con escapar. Sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre” y aún mucho más si, como en Melilla, se utilizan los presupuestos para tener bien engrasadas todas las relaciones de clientelismo en todas direcciones.
Hora es ya que la sociedad civil, los partidos democráticos, las asociaciones, las personas más conscientes de todas las comunidades, pongan fin a este tipo de maniobras y poder mafioso. Es ya imprescindible un Frente Amplio Común que signifique un soplo de aire puro, limpio y esperanzador sobre nuestra Melilla.