Por Toni Roderic, Los Verdes de Melilla.
Como consecuencia, o gracias al pacto PP–PPL, el anterior vice-presidente de la Ciudad Autónoma de Melilla y responsable de Fomento, sr. Miguel Marín, ha tenido que dejar el gobierno de la ciudad por sus imputaciones diversas en lo que Imbroda llama “prevaricaciones administrativas” o “procesado por una chorrada”. Nosotros, los ciudadanos, le damos otro nombre más castizo: “a chupar del bote y a vivir que son dos días”.
Pero no crean ustedes que Imbroda vaya a dejar a Marín tirado en la calle y en la indigencia, ¡no!, ¡nada de eso! Dada la renuncia a una brillante carrera personal que tuvo que hacer el sr. Marín cuando se dedicó por primera vez a la política y la gran competencia como gestor administrativo –a pesar de los errores prevaricadores- será el nuevo presidente de la autoridad portuaria de Melilla. Con un sueldecito modesto de 100.000 euros, un poco más que Mariano Rajoy porque la “vida está mu mala” y el carguito este es de mucha responsabilidad y de mucho trabajo y si no que se lo pregunten al anterior presidente Arturo Esteban. Difícil lo tendrá Marín si quiere superar a Esteban.
No quisiera un servidor de ustedes que no conocieran las últimas excelencias en la gestión de Marín que avalarían su nuevo nombramiento: la rotondita del aeropuerto con el derribo de un edificio con techo de amianto –ampliamente perjudicial para la salud y cancerígeno- que ha sido amontonado y trasladado de cualquier forma con evidente peligro para la ciudadanía. O las obras de las calles Arellano o La Legión que después de acabadas tendrán que modificarse porque no se han tenido en cuenta los obligatorios accesos para seguridad ciudadana.
Y es que Marín, que según el Principio de Peter ya había ascendido hasta su nivel máximo de incompetencia, y no daba más de sí en la Consejería de Fomento, aún, gracias a Imbroda -¿y al pacto?- podrá ocupar un peldaño más en esa incompetencia. Puede ser una gestión -la del puerto- escalofriante.
Porque no olvidemos que la Ley de Murphy ha demostrado que “si algo puede salir mal, saldrá mal”. Y Gatusso, en una extensión de la Ley –no creo que pensara ya en Esteban y Marín– demostró que “nada es tan malo nunca como para que no pueda empeorar”.