Por Toni Roderic, Los Verdes de Melilla.
No sé por qué –la caloret seguramente- cuando vi el rebaño de ocas del mercado medieval este viernes al atardecer, me vino al pensamiento la constitución de la asamblea de Melilla del mismo viernes en sesión matutina. Y es que, pasan los años, pasan los gobiernos y las legislaturas, y todo parece estancado como un mercado medieval redivivo en el que un pastor apacienta a su rebaño de ocas a pesar de sus graznidos: Cua! Cua! On! On!
Las lleva de aquí para allá moviéndolas a su antojo, administrándoles comida diversa y consiguiendo, incluso, el cariño, apego, aprecio, amor y devoción de la oca más díscola y rebelde: no hay nada como un buen condumio y la promesa de próximas canonjías, sinecuras, momios y carguitos.
En fin, nada que no esperáramos de las viejas maneras de la vieja política: promesas electorales que incumplen en el gobierno sin ningún rubor, negociaciones opacas entre la casta política dirigente, acuerdos secretos al margen de los ciudadanos e incluso de los militantes de los partidos, compra de respaldos a cambio de prebendas y mamandurrias, las mismas caras de siempre con los sueldos desorbitados de siempre a nuestra costa y sin que les influya la crisis, la ineptitud en el desempeño de sus responsabilidades, las corruptelas habituales, el clientelismo… la náusea, el asco y la repugnancia.
Se equivocarán, sin embargo, los que hagan una lectura de la situación convencional. Y que den como normal en nuestra ciudad estos disparates acostumbrados. Los tiempos han cambiado. Y mucho. Y aunque en Melilla comiencen a manifestarse, como siempre, con retraso respecto al resto de la sociedad española, estoy convencido que ésta ha sido la última ocasión en que este tipo de hacer política se hace patente. Los ciudadanos ya no estamos dispuestos a que los aprovechados continúen decidiendo por todos nosotros. Ni en que se queden nuestro dinero y que mangoneen en nuestro nombre. Las decisiones son nuestras y la responsabilidad también. Y somos todos los ciudadanos los que tenemos que pronunciarnos sobre nuestro futuro y sobre la sociedad que queremos. El poder es nuestro.
Si lo logramos, Melilla cambiará profundamente en nuestro beneficio.